Management y psicopatía



La psicopatía es un trastorno psicológico que lleva a quienes lo padecen a tener una percepción clara de la realidad, pero a carecer de un sentido de la empatía o de las obligaciones sociales y morales, lo que conlleva la posibilidad de que esas personas desarrollen actos criminales o perversos, pero sin tener ningún sentimiento de culpabilidad por ello.

Hoy sabemos, en función de nuevas comunicaciones internas entre directivos de Meta hechas públicas en el seno del litigio que varios estados norteamericanos están manteniendo con la compañía, que el fundador y poseedor de la mayoría de las acciones de la compañía, Mark Zuckerberg, se negó en repetidas ocasiones y rechazó personalmente propuestas hechas por varios de sus directivos y encaminadas a proteger la salud mental de los adolescentes.

¿De qué estamos hablando? Simplemente, de que existiendo ya numerosas evidencias de problemas de salud mental en adolescentes provocados por determinadas funcionalidades de productos de la compañía, y con varios directivos reclamando su eliminación debido al muy comprensible, lógico y razonable sentimiento de culpabilidad que surgía de sus efectos en el bienestar de los usuarios, el fundador de la compañía ejerció de manera sistemática su autoridad para que esas funcionalidades siguiesen ahí y no fuesen eliminadas. ¿Por qué? Simplemente, porque carece de ese sentimiento de culpa.

Un comportamiento así revela exactamente lo que la definición de psicopatía considera el rasgo fundamental del trastorno: una carencia de empatía que lleva a no tener en consideración las posibles obligaciones sociales o morales que se derivan de unos actos. No es simplemente el deseo de ganar más dinero, que también, sino además, la imposibilidad de sentir que existe algún problema en ganarlo de esa manera, a costa del bienestar de los usuarios.

No soy psicólogo ni puedo hacer diagnósticos sobre la salud mental de nadie, pero tiene todos los rasgos para ser un psicópata de libro, una persona que padece un trastorno psicológico peligroso, al que habría que mantener alejado de cualquier puesto con responsabilidades directivas por el bien de la sociedad que le rodea. En su lugar, se dedica a dirigir una compañía con miles de millones de usuarios y a hacer posible que sus herramientas sean utilizadas para todo tipo de comportamientos nocivos para la sociedad y las personas que la componen, mientras acumula una fortuna de miles de millones de dólares al margen de todo sentimiento de culpa.

Que un directivo considere que debe anteponer la generación de beneficios de su compañía es ya, por culpa de las malas interpretaciones del capitalismo ultraliberal de la Escuela de Chicago, tristemente habitual, como lo es el que ello justifique mentir, engañar o infringir la ley. Que además, ese directivo, debido a una patología psicológica ampliamente tipificada, carezca de sentimientos de empatía o de las obligaciones sociales y morales, se convierte ya en un problema importantísimo.

Y sus consecuencias llevamos ya varios años viéndolas. Una persona con un aparente trastorno psicológico grave y una estructura creada sobre la que mantiene un poder omnímodo, y que le permite amplificar de manera brutal las consecuencias de sus actos. Según algunos, el hombre no electo más poderoso de los Estados Unidos.

Buena suerte.


 


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Invertir en tecnología, estrategia clave para una mayoría de directivos